lunes, 27 de mayo de 2013

Volver a nacer en Kenia

Hoy he vuelto a nacer en un taxi en Nairobi y tras la experiencia y aún con el shock escribo para contaros como de una situación cotidiana y límite sale a la luz toda la bondad, la miseria y las contradicciones de este país. Tenía que ir al colegio de mi hijo para recogerlo y llegaba tarde así que en un edificio que parecía de oficinas me acerqué al guardia de seguridad y le pregunte por un taxi. Como en todos los casos en Kenia, siempre tienen un amigo "taxista" asi que al instante apareció un coche destartalado que andaba casi a pedales. ME senté en el asiento trasero que estaba ocupado por libros de econometría y apuntes universitarios. El conductor de unos 40 años me contó que estaba haciendo un master en análisis de datos y econometría para aplicarlo a su trabajo de consultor. Supongo que la universidad en Kenia no está al alcance de todos y que este pobre hombre de taxista no tiene nada y se gana un sobresueldo haciendo "carreras". Le insistí en que debíamos ir rápido o llegaríamos tarde a la escuela de Lucas y me pidió parar en la gasolinera más cercana y pagar 600 KES (unos 6 euros) de gasolina que me descontaría del viaje para poder llegar a nuestro destino. A partir de entonces el camino se convirtió en una pista de despegue, "my taxi is old but can fly"! (mi coche es viejo pero puedo volar!). Ni que lo diga... en una curva y cuesta arriba era tal la velocidad con la que la cogió que tras salirnos de la carretera y para evitar chocar con una pared nos atravesamos el carril contratio a toda velocidad para acabar empotrados en la tapia de un jardín, haciendo malabares con las ruedas en el canalón del agua y atrancados entre dos árboles. Tras el susto inicial los dos salimos como pudimos del coche y vimos que estábamos enteros y sin daños aparentes y tras felicitarnos por la buena suerte empezamos a pensar como sacar el coche de ahí.
A todo esto, apareció un flamante coche de marca japonesa con tal mala suerte de llevar dos chinos dentro (no por que fueran chinos sino porque eran los inquilinos de la casa contra la que nos habíamos empotrado). Uno de ellos bajó del coche furibundo y empezó a tratar al conductor keniano de inutil, borracho y a clamar por la mierda de país en el que vivimos y contra la imposibilidad del pueblo keniano de progresar. No se aún como mantuve la calma, tenía ganas de ahogarlo... Le dije muy educadamente "estamos bien gracias, la tapia es algo material y si es un problema para usted yo pago para arreglarla".
Cual fue mi sorpresa cuando el chino me dijo que él no era el dueño de la casa sino el inquilino en alquiler. Me fuí a casa dejando a Stephen (el taxista) intentado sacar el coche del agujero y le dí mi telefóno por si podía ayudarle en algo. Al poco de llegar a casa, recibí la llamada de una mujer india, la dueña de la casa y casera del chino. Me dijo que Stephen le pidió llamarme porque no podía pagar los 10.000 KES (100 euros) que le pedía por arreglar su tapia y poner los 3 setos arracancados de cuajo. Podía haberle dicho que no me hacía cargo de nada, que ya bastante era haber salvado la vida por la poca cabeza de un taxista, pero pensé que ese  hombre merecía una oportunidad.

En Kenia 10.000 KES es lo que aproximadamente cobra una persona, así que no me imaginaba como ese pobre hombre podía pagar por una tapia de un jardín exterior lleno de polvo al lado de una carretera. Por supuesto la india no se echó para atras en su intento y me envío un coche con chofer para recogerme y llevarle el dinero que Stephen no podía pagar (al final sólo pude darle 6.000 Kes). Eso sí me hizo una nota firmada por ambas donde reconoce mi pago y ha quedado en llamarme en caso de que el arreglo sea menos o más de lo estimado para "arreglar cuentas". Me hicieron gracia sus palabras para convencerme de que le pagase "nosotros somos hindús, puedes fiarte de mi" como si su compatriota keniano que tenía enfrente no tuviera ya suficiente desgracia con ser pobre de solemnidad y tener que escuchar como otra ciudadana de su país le daba lecciones de legalidad y ética. Si realmente hubiera tenido humanidad digo yo que podía haber asumido ella la reparación de su jardín, al fin y al cabo tiene una tienda donde vende Cartiers en uno de los hoteles más caros de Nairobi. A mi vuelta a casa el stress cayó sobre mi como una losa y tras las lágrimas iniciales hablé con Rose, la chica que viene a ocuparse de la casa todos los días. Le dije "Rose, no se si he hecho bien en pagar ese dinero para saldar la deuda del taxista, creo que soy demasiado buena o tonta". Rose me contestó entonces "quizás precisamente porque eres buena, hoy Dios te ha salvado la vida".

jueves, 23 de mayo de 2013

Cosas que pasan en las carreteras de Africa


Si alguna vez viajas a Africa y recorres sus carreteras estarás muy cerca de conocerla casi por completo. Todo pasa en las carreteras de Africa. En Kenia, uno puede ir por alguna de las flamantes autopistas que rodean la capital Nairobi y tener que dar un frenazo en seco porque un grupo de transeuntes cruzan saltando la mediana, da igual a la velocidad que vengan los coches. Incluso en este acto impulsivo de cruzar una autopista hay una explicación razonable...

Los chinos que mantienen millonarios acuerdos con el gobierno de Kenia a cambio de materias primas o traer a sus propios trabajadores y materiales desde Oriente, han construido autopistas infinitas. Vienen, ponen el pavimento y en 3 meses Kenia cuenta con una nueva autopista. Pero los chinos no cuentan con que los kenianos habituados a cruzar sus caminos de tierra, sus carreteras paupérrimas necesitan un lugar donde cruzar, un puente elevado o algo similar.

ASi que los chinos vuelven y ponen un paso de peatones junto a una parada de matatus en la misma autopista que indica que puedes circular a 90 kilómetros por hora. Si vas en tu coche te encuentras, no sólo que la gente se te echa encima, sino que los matatus se paran en las siempre paradas imaginarias (ahora ocupan un carril de la autopista). Asi que el acto de cruzar una carretera o bien de ir en tu coche por ella se convierte en este país en un acto de valentía cotidiano y más de uno en facultades perjudicadas por el alcohol ha dejado su vida en estas carreteras. ¡Hay que estar muy lúcido para mantener la concentración alerta!

Pero igual que la muerte se da cita en ellas, las carreteras de Africa encierran sobre todo la vida. Mercados de colores imposibles donde las mamas venden sus frutas pueblan sus arcenes y gentes de las diferentes étnias de Kenia dan color a sus estantes y ponen la banda sonora.
Los niños con uniformes impecables pasean después de la escuela en busca de sus padres que llevan el día entero hipertérritos en su puestecillo, la cabras se pasean entre los puestos y en la gasolinera cercana y cruzan la carretera con la misma alegría que sus dueños.
 A mi me gusta este follón y por eso vuelvo siempre aquí en busca de imágenes y emociones que me hacen sentir viva.
Así es África, distinta y por ello única.